Argentina.
Área Metropolitana de Buenos Aires/Gran Buenos Aires
Ciudad Autónoma de Buenos Aire/Capital Federal
martes, 15 de marzo de 2011
jueves, 12 de agosto de 2010
jueves, 13 de marzo de 2008
[.Relato corto número 9.]
:
Abro los ojos. Observo la lluvia caer del otro lado del vidrio. De repente todo parece tan bello. Como una orquesta a punto de tocar su obra maestra. Y el ruido de la lluvia es su preludio. Los primeros gemidos, intentos torpes pero magníficos de tensar unas cuerdas ya muertas, he ahí a los violinistas. El metálico ruido de las manos extendidas, golpeando el chasis del colectivo*, he ahí la percusión. Los gritos desgarradores, los llantos desconsolados, las suplicas y los rezos, el espléndido coro, cada delicado detalle de estos grandes artistas, como el dulce sonido producido por las lágrimas al arrastrarse por el rostro de aquel bebé, es una técnica vocal de primera calidad, que demuestran las versatilidades de la voz humana. Me regodeo entre tanto placer auditivo y a fin de disfrutarlo al máximo cierro mis ojos, hundo mi lengua al fondo del paladar, y extiendo las manos sobre el vacio, al fin de que ningún otro sentido opaque esa exquisitez. Los disparos ¡magníficos! Son las notas fortissimas que le dan ritmo, al compás de las ametralladoras: PAM, PAM, PAM, PAM ; PAM, PAM, PAM, PAM ; PAM, PAM, PAM, PAM , intento gozar todo esto en su plenitud de su esplendor, pues sé que pronto vendrá el clímax, y luego el silencio. Uno a uno, de atrás para adelante, los vidrios empiezan a romperse, el sonido parece cronometrado, (¡que excelencia la de estos músicos!) estas breves notas pianissimas son seguidas por un perfectamente adecuado contrapunto. El vehículo se inclina hacia la derecha, y cae con un estruendoso golpe de trompetas y metales chirriantes que haría envidiar al mismo Händel. Los últimos ruegos, las últimas palabras de la gente, son una lenta cola que hace creer al oyente que la obra está apunto de terminar, cuando no lo está. El clímax ha llegado y yo agudizo mis oídos al fin de poder captar cada esplendoroso detalle, el ruido de las dientes chocando entre sí, cerrando amenazadoramente sobre nuestros cuerpos. El ruido de la carne, al ser masticada, y los huesos al partirse... espléndido... finalmente llega el final, aunque lamento verdaderamente no poder aplaudir esta pieza tan delicadamente exquisita. Oigo los pies arrastrándose hacia mí, y escucho (no siento, escucho) sus colmillos clavándose en mi piel. Y por un momento me sorprendo, pues descubro un recurso nunca antes degustado por mis oídos. El suave sonido de mi vida escapándose entre el reguero de sangre .Magnífico.
*Colectivo= autobús argentino.
Abro los ojos. Observo la lluvia caer del otro lado del vidrio. De repente todo parece tan bello. Como una orquesta a punto de tocar su obra maestra. Y el ruido de la lluvia es su preludio. Los primeros gemidos, intentos torpes pero magníficos de tensar unas cuerdas ya muertas, he ahí a los violinistas. El metálico ruido de las manos extendidas, golpeando el chasis del colectivo*, he ahí la percusión. Los gritos desgarradores, los llantos desconsolados, las suplicas y los rezos, el espléndido coro, cada delicado detalle de estos grandes artistas, como el dulce sonido producido por las lágrimas al arrastrarse por el rostro de aquel bebé, es una técnica vocal de primera calidad, que demuestran las versatilidades de la voz humana. Me regodeo entre tanto placer auditivo y a fin de disfrutarlo al máximo cierro mis ojos, hundo mi lengua al fondo del paladar, y extiendo las manos sobre el vacio, al fin de que ningún otro sentido opaque esa exquisitez. Los disparos ¡magníficos! Son las notas fortissimas que le dan ritmo, al compás de las ametralladoras: PAM, PAM, PAM, PAM ; PAM, PAM, PAM, PAM ; PAM, PAM, PAM, PAM , intento gozar todo esto en su plenitud de su esplendor, pues sé que pronto vendrá el clímax, y luego el silencio. Uno a uno, de atrás para adelante, los vidrios empiezan a romperse, el sonido parece cronometrado, (¡que excelencia la de estos músicos!) estas breves notas pianissimas son seguidas por un perfectamente adecuado contrapunto. El vehículo se inclina hacia la derecha, y cae con un estruendoso golpe de trompetas y metales chirriantes que haría envidiar al mismo Händel. Los últimos ruegos, las últimas palabras de la gente, son una lenta cola que hace creer al oyente que la obra está apunto de terminar, cuando no lo está. El clímax ha llegado y yo agudizo mis oídos al fin de poder captar cada esplendoroso detalle, el ruido de las dientes chocando entre sí, cerrando amenazadoramente sobre nuestros cuerpos. El ruido de la carne, al ser masticada, y los huesos al partirse... espléndido... finalmente llega el final, aunque lamento verdaderamente no poder aplaudir esta pieza tan delicadamente exquisita. Oigo los pies arrastrándose hacia mí, y escucho (no siento, escucho) sus colmillos clavándose en mi piel. Y por un momento me sorprendo, pues descubro un recurso nunca antes degustado por mis oídos. El suave sonido de mi vida escapándose entre el reguero de sangre .Magnífico.
*Colectivo= autobús argentino.
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